Diseñar es traducir.
Pero no al pie de la letra: es interpretar, reimaginar, mediar…
A veces creo que el diseño es un idioma que se habla entre mundos. Uno que conecta lo que ya está con lo que aún no existe. Lo visible con lo que apenas se intuye. Lo que duele con lo que podría sanar.
Cuando diseño, no busco solo resolver —busco tender puentes. Y eso, inevitablemente, me lleva a mirar el mundo con una mezcla rara de ternura y obstinación. No me interesa solo que algo funcione. Me interesa por qué, para quién, a costa de qué.
Y sobre todo: ¿qué podría ser distinto?
✒️ La tipografía como acento visual
Si el diseño es un dialecto, la tipografía es su acento. No es solo el vehículo de la palabra, sino la forma en que esa palabra se presenta y resuena. Cada elección tipográfica —una serif elegante, una sans limpia, una cursiva juguetona— aporta matices, emociones y contextos. La tipografía puede susurrar o gritar, invitar o excluir, dar solemnidad o ligereza.
Por eso, cuando diseño, pienso en la tipografía como parte fundamental del mensaje. Es el tono de voz visual que acompaña a las ideas y puede transformar por completo la experiencia de quien lee. En cada proyecto, me pregunto: ¿qué acento necesita este mensaje? ¿Cómo puede la forma de las letras reforzar, cuestionar o expandir lo que se quiere decir?
La tipografía, en definitiva, es otra forma de traducir.
No solo lo que decimos, sino cómo lo decimos.
🧵 Mi proceso
Cada proyecto arranca con una sensación. Una tensión entre lo que hay y lo que debería haber. A veces es una carencia, otras veces una oportunidad. El diseño aparece como un lenguaje posible. Como si me tocara encontrar las palabras (visuales, táctiles, funcionales…) para que eso que todavía no tiene forma, empiece a tenerla.
No es magia. Es escucha. Es observación. Es preguntarme:
¿Qué está tratando de decir esto?
¿A quién no se le ha escuchado todavía?
¿Cómo podría hacerse más claro, más justo, más amable?
Entonces diseño. Pero no como quien maquilla, sino como quien traduce el deseo de algo más justo, más bello, más útil.
Traducir es también elegir. Lo que se pone en primer plano, lo que se borra, lo que se prioriza. Por eso mi proceso es siempre una mezcla entre lo intuitivo y lo ético. Entre lo que puedo imaginar y lo que quiero defender. En cierta medida siempre hay algo de “artista” en eso, aunque no quieras inconscientemente siempre tenemos sesgos que etiquetan.
🌉 El puente no es neutro
Todo diseño es político. Incluso cuando parece inocente. Porque al decidir qué mostrar, qué ocultar, qué facilitar o qué dificultar, estamos moldeando comportamientos, accesos, posibilidades.
Por eso, me gusta pensar que diseño no tanto cosas,
sino posibles relaciones.
Entre personas.
Entre ideas.
Entre tiempo y cuerpo.
Entre lo digital y lo emocional.
Y como buena traductora, mi tarea es doble: entender el idioma del ahora.
Por eso a veces me preguntan qué hago exactamente. Y nunca sé bien cómo resumirlo. Porque el diseño, como yo lo entiendo no es una herramienta, es una forma de ver.
Diseño como quien busca grietas por donde pueda entrar la luz.
Como quien tiende un puente que no une lo mismo, sino lo diferente.