#14 - A la gornú
De como salté al vacío y encontré en las pausas mi forma de no quemarme diseñando.
Dicen que Miguel Ángel se pasó meses mirando un bloque de mármol gigante antes de empezar el David. No porque no supiera qué hacer, sino porque estaba agotado, saturado de formas y presiones, y necesitaba que el silencio le devolviera algo. No sé si es mito o verdad, pero me lo imagino ahí, frente a la piedra, preguntándose si el arte vale tanto como para romperse por dentro. Yo, que no tallo mármol pero sí peleo con píxeles, he sentido ese borde del abismo más veces de las que admito. La última, hace cinco años.
Era el típico día en que terminas aplastada. Tres proyectos corriendo a la vez, reuniones que se solapan, correos que no paran. No me faltaba inspiración —las ideas estaban ahí—, pero el cuerpo y la cabeza no daban pa`más. Contestaba mails mientras ajustaba diseños, todo "a la gornú" —ya sabéis, esa manera de hacer las cosas rápido, sin alma, solo para quitártelas de encima—. Llevaba meses así, levantándome sin propósito, sin rumbo. No era solo el sueldo (que tampoco ayudaba, para qué negarlo), era algo más profundo: estaba cansada de repetir, de no explorar, de no tener espacio para equivocarme o escribir como lo hago ahora. Me sentía como una flor sin agua, chuchurría, atrapada en una rueda que giraba sin llevarme a ningún lado.
Podría haber seguido "a la gornú", porque el curro estaba ahí, pero algo me frenó. Una vocecita que decía "esto no eres tú". Así que salté al vacío. Sin arnés, recién mudada con mi pareja y con facturas mirando desde la mesa. Dejé ese trabajo que me ahogaba, aunque significara empezar de cero. Para pagar las cuentas, acabé en una inmobiliaria —poca gente sabe esto—, un parche mientras buscaba algo que me llenara. Hasta que, meses después, el destino me cruzó con Sergio por un tema de la aad. El resto es historia: Apolo, este Substack, y una vida donde el diseño no solo es trabajo, sino un espacio donde fluir.
Ese salto no fue un reset de media hora; fue un corte profundo, de raíz y post-pandemia. Parar no fue solo salir a caminar (aunque ahora lo hago cuando el caos aprieta), fue darme cuenta de que "a la gornú" no es vida. Elegir no quedarme en lo que no me llena, es darme permiso para buscar, para perderme y encontrarme. Porque el diseño, como la vida, no se trata de producir sin parar, sino de dejar algo de ti en lo que haces.
Parar no es rendirse, es resistir. Es decirle al ritmo loco del mundo que no te va a tragar. Desde que salté, las pausas —sean un paseo o una clase de kitboxing— me han dado más que cualquier deadline. No, no es magia, es darle espacio al cerebro para que conecte puntos sin que lo fuerces. Y créeme, funciona.
Mi consejo: encuentra tu salto. No hace falta que sea tan drástico como dejar un curro —aunque a veces toca—. Puede ser un café lento, unas vacaciones adelantadas… lo que te saque del "a la gornú" y te devuelva a ti. El diseño es un caos con nombre, pero no tiene por qué consumirte.
¿Qué haces tú para no quemarte?
Gracias por leerme. ❤️
A veces, parar es la única forma de avanzar. No es rendirse, es darte el espacio para reencontrarte con lo que realmente importa. El «a la gornú» puede ser tentador, pero al final nos deja vacíos. Qué valiente tu salto, y qué necesario recordarnos que elegirnos a nosotros mismos siempre es la mejor opción.